Frikis creativos y artistas marginales

Sep 30, 2022 por Bruno Caldas

La evolución del concepto de arte: de la artesanía a la creatividad tecnológica

La separación entre ciencia y arte es relativamente reciente. Antes de la Ilustración del siglo XVII, la palabra arte significaba artesanía, habilidad para fabricar algo, del significado original de la palabra latina ars.

Este significado pervive en varias palabras del lenguaje actual: artificial se utiliza para designar cosas creadas por el ser humano, como artefacto, y se opone a las cosas naturales. Incluso en otras lenguas en las que la palabra arte no procede del latín, como Kunst en alemán, se sigue utilizando para designar obras creadas por el hombre, como Kunstschnee, o nieve artificial. La palabra finlandesa para arte, Taide, se inventó (de forma un tanto artificial) en la década de 1840, a partir del verbo taitaa, que significaba dominar una habilidad. Los griegos contemporáneos siguen utilizando la palabra τέχνη (téchni) para arte, mientras que utilizan τεχνολογία (tecnología) para tecnología – para ellos, creatividad y tecnología siguen estando en la misma raíz.

creative nerds

La separación entre ciencia y arte

Fue la Revolución Científica la que creó la necesidad de establecer un ámbito propio para las ciencias. Como tales, los esfuerzos creativos dejaron de tener cabida en ellas. Un hombre renacentista por excelencia como Leonardo da Vinci no encontraría relevancia en los siglos posteriores a la Ilustración. Es posible que esta división llegara a su punto álgido en la década de 1950, cuando la posguerra se extendió por todo el mundo. década de 1950, cuando las reivindicaciones de posguerra sobre la superioridad de las ciencias duras alcanzaron su clímax en las conferencias y libros del científico C.P. Snow en torno a las «dos culturas». Estas obras eran largas peroratas en las que se cuestionaba la excesiva importancia que se daba a las humanidades en el sistema educativo británico, y llevaban una visión muy negativa de los «humanistas», a los que se tachaba de «naturales luditas» con tanto conocimiento de las ciencias como sus “antepasados neolíticos”.

Auge de la unión entre artes y ciencias

Por suerte para los tecnólogos creativos y los artistas de la ciencia, este cisma se ha desvanecido a marchas forzadas en las últimas décadas. La revista Leonardo, de acertado nombre, lleva publicando artículos sobre artes basadas en la ciencia desde 1968. Las universidades han seguido su ejemplo: El Programa de Telecomunicación Interactiva de la NYU empezó a explorar nuevos soportes para contar historias en 1979, mientras que el Medialab del MIT se fundó en 1985 para investigar el futuro de los medios de comunicación. Festivales como Eyeo y conferencias como ISEA llevan décadas dando cabida a la mezcla de estas culturas. Hoy, la lista de residencias artísticas en centros científicos y el número de artistas que utilizan herramientas tecnológicas sería demasiado larga para reseñarla en un artículo.

Para bien o para mal, el arte realizado sin recursos digitales se está convirtiendo en la excepción más que en la regla. Muchos de los avances tecnológicos más importantes de los últimos tiempos están estrechamente ligados a su uso creativo: el blockchain no sería tan relevante si las NFT no estuvieran ahí guardadas, y las caras más visibles de la revolución de la Inteligencia Artificial son las exquisitas piezas visuales generativas creadas con herramientas como DALL-E. Algunas de las experiencias artísticas más asombrosas vistas recientemente, como los enormes entornos inmersivos del TeamLab, no fueron ejecutadas mediante una mera colaboración entre técnicos y diseñadores, sino por personas que supieron navegar perfectamente por el potencial de los medios en ambas «dos culturas».

Demanda de nuevos perfiles profesionales que combinen arte y ciencia

La necesidad de talento interdisciplinario es evidente en proyectos que hacen un uso intensivo de las artes. Cualquier persona que trabaje en las industrias creativas necesita más que nunca tener una comprensión sólida de los recursos digitales disponibles. Pero con el ritmo actual de la innovación, las empresas que no estén atentas a las oportunidades creadas por las tecnologías creativas corren el riesgo de quedarse atrás. Los científicos necesitan incorporar el aspecto expresivo de las humanidades no solo para llegar a un público más amplio, sino, en muchas ocasiones, para dar sentido a sus propios hallazgos. No hay herramienta tan eficaz como la creatividad cuando necesitamos expresar la urgencia de los desastres climáticos o la complejidad de la física cuántica.

Algunos de los artistas de hoy están creando obras que perfectamente podrían ser patentadas como inventos (y de hecho, algunos lo han hecho). Pueden trabajar en un fablab como makers, la versión del siglo XXI de los artesanos medievales, resignificando una vez más el significado original del arte. Mientras tanto, los tecnólogos están escribiendo software por amor al oficio, publicándolos en plataformas colaborativas bajo licencias libres de derechos de autor, en colectivos que guardan semejanza con los gremios de tiempos pasados.

Estos dos extremos del espectro arte/tecnología se están uniendo como practicantes de la computación creativa, con nuevos campos mixtos que surgen en universidades como Goldsmiths en el Reino Unido, Harvard en EE. UU. o el Paris College of Art. Los futuros creadores cada vez se parecen más a los polímatas del Renacimiento.

Bruno Caldas

Experto en Inteligencia Artificial y Bellas Artes, y docente del Máster en Creative Computing.

Artículos relacionados