¡Sal de tu burbuja digital!

Oct 13, 2020 por Ricardo Baeza-Yates y Karma Peiró

A principios de la Web, allá por el año 1993, se hizo famosa una viñeta del dibujante de la revista The New Yorker, Peter Steiner.

Un perro delante de un ordenador, le dice a otro:

“En Internet, nadie sabe que eres un perro”, en clara referencia al anonimato que existía entonces en la Red.

Dos décadas más tarde, el cómic apenas tiene sentido.

Hoy, el rastro digital que dejamos en la navegación de la Web — captado por las cookies–, o en las apps de redes sociales, nos hace a todos, sin excepción, visibles y vulnerables. Y, en función de nuestros gustos y consumo somos asimilados por lo que se conoce como ‘filtro burbuja’, definido por Eli Pariser en el libro del mismo nombre.

ilustración perro

¿Por qué nos hace vulnerables?

El filtro burbuja es principalmente el resultado de los algoritmos de personalización usados en nuestra interacción con la Web (búsqueda, compras digitales, etc.) o cuando usamos una red social (Instagram, Facebook, Twitter, etc).

Nuestra experiencia personal se convierte en única, ajustada a nuestros gustos e intereses. Estos algoritmos predicen nuestras intenciones a partir de datos contextuales, como la geolocalización, y de las interacciones realizadas previamente (durante meses o incluso años), diseccionando el universo propio, personal y único de información que cada uno vive en Internet.

Lo que se comparte, lo que se recibe, lo que nos gusta, lo que no nos interesa (incluso la no acción cuenta). Todo es analizado por técnicas de inteligencia artificial y almacenado en nuestro “perfil de usuario”.

Como el acierto o satisfacción del contenido recibido es muy alto –o afín con los gustos de cada persona– ese ‘filtro burbuja’ (personal, ideológico y/o cultural) nos deja aislados del resto. Es como estar permanentemente en nuestra ‘zona de confort’.

Pero ¡atención!… en un mundo donde todo es familiar, donde no hay nada que aprender, basado en acciones del pasado, se desconoce aquello que no se ve, pues no está en nuestros datos.

De continuar sin hacer nada, muy pronto nos podemos sentir como el personaje principal de la película El show de Truman, que un buen día se dio cuenta que todo su mundo era un engaño y que se había perdido aquello que había más allá del horizonte, pues vivía literalmente en una burbuja.

Al final, Truman Burbank aprendió que la realidad –aunque nunca se pueda observar en su totalidad– siempre es mucho más variada y extensa.

ver mundo

Publicidad digital y desinformación

La burbuja también puede ser bombardeada con publicidad personalizada que recuerda qué cosas vimos y hasta puede seguirnos a otros dispositivos, como si nos leyera la mente. Esta “mini manipulación digital” se llama en inglés “digital nudging”, que no tiene una traducción directa en castellano.

Vendrían a ser como “codazos digitales” para desviar nuestra atención o provocar ciertas acciones, ya sea leer una noticia afín o comprar un libro de una temática favorita. Estos algoritmos aprovechan nuestros sesgos cognitivos, de los cuales los psicólogos han definido cientos.

El más peligroso es el sesgo de confirmación: vemos algo que está alineado con nuestros valores y creencias y confiamos en ello, casi a ciegas. Así es como se viralizan las noticias falsas y la desinformación. Este sesgo refuerza la burbuja digital y nos lleva más adentro del túnel de lo conocido, hacia la llamada “cámara del eco”, de nuestro eco digital.

Nicholas Carr, experto en tecnología –y autor del libro: “Superficiales: Lo que Internet está haciendo con nuestras mentes”–, explica que cuanto más tiempo pasamos conectados, mayor es el rastro personal que dejamos. A mayor rastro, más información sobre nosotros recopilan las compañías de Internet y más anuncios nos muestran.

“Cada clic que hacemos en la Web marca una interrupción en nuestra concentración, una distracción incrementada de nuestra atención, y el objetivo económico de Google es asegurarse de que hagamos clic con la mayor frecuencia posible”.

pago producto

Aceptamos esas interrupciones porque hay un incentivo económico importante –en cierto sentido perverso– que nos ofrece servicios gratis: búsqueda, correo electrónico, blogs, redes sociales, etc. Pero sin ser conscientes, entregamos nuestros datos como moneda de cambio, incluso datos que no daríamos ni a nuestros amigos, confiando ciegamente en entidades digitales.

Parafraseando a los artistas Richard Serra y Carlota Fay Schoolman — que en 1973 hicieron un video sobre la publicidad televisiva–, podríamos decir hoy: “Si no estás pagando, no eres el consumidor. Eres el producto”.

Esta realidad es la que vivimos hoy. Quién sabe si en el futuro recibiremos ingresos por nuestros datos, que son valiosos porque han hecho de la publicidad digital un gran negocio. Esto ya ocurre con los famosos influencers en redes sociales, pero en un sistema más justo, debería ser lo mismo para todos.

¿Cómo nos afecta vivir en una burbuja?

Nos afecta y mucho. Confiamos tanto en la tecnología y en lo que nos entrega la Web (en su sentido más amplio), que al hacer una búsqueda creemos que nos da todos los resultados existentes, sin pensar que estamos siendo encapsulados por los algoritmos de personalización.

Si otra persona hace la misma búsqueda, las respuestas serán diferentes. Por otro lado, sería imposible recolectar, extraer e indexar toda la información que hoy tenemos disponible sin la ayuda de los algoritmos que operan detrás de estos buscadores.

Pero las consecuencias sociales que pueden derivarse de una simple consulta de información van más allá de un acto individual. Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Múnich en el 2016 sobre los efectos del filtro burbuja en la búsqueda de contenidos relacionados con el suicidio sirvió para definir políticas públicas de salud.

Según Pariser, los filtros burbuja son:

“Como una autopropaganda invisible, que nos reafirma en nuestras propias ideas, nos adoctrina. Amplifica lo que nos gusta y nos es familiar, y nos deja ajenos a todos aquellos posibles peligros que acechan en lo desconocido”.

Y esto ocurre no sólo en Internet. Cuando escogemos ver únicamente un canal de televisión, escuchar una emisora de radio, leer siempre el mismo diario y las mismas secciones, ir siempre al bar que nos gusta sin querer hacer nuevos amigos o viajar a otros territorios, también vivimos en una burbuja que no nos permite conocer cosas nuevas.

Pero hay una diferencia entre la vida real y la virtual. Los investigadores Robert Epstein and Ronald Robertson hicieron una investigación sobre los filtros burbuja y concluyeron que con los buscadores todo se acentúa. Porque va más allá de la elección de cada persona. “El orden de los resultados de búsqueda está controlado en la mayoría de los países por una sola empresa”.

En 2010, Facebook hizo un experimento mostrando anuncios de ‘Yo voté’ a 61 millones de usuarios para ver cómo podía afectar, consiguiendo que más de 340 mil cambiaran su elección final. Después otros abusaron, como Cambridge Analytica que recopiló — sin el consentimiento de millones de usuarios– datos personales para fines publicitarios políticos.

¿Cómo escapar?

Si has llegado hasta aquí y has tomado la decisión de cambiar tus hábitos digitales, debes saber que requiere voluntad salir de la burbuja digital. Tanto como hacer una dieta para perder peso. Aquí van 10 consejos para pinchar esa burbuja nociva:

  1. No caigas en el fatalismo de pensar que estamos controlados por las máquinas (o los algoritmos) y no hay nada que hacer.
  2. Se consciente del tamaño de tu burbuja personal: cuántas redes sociales frecuentas, cómo interaccionas, cada cuántos minutos, cuánto tiempo al día, qué publicas –posts, comentarios, fotos, vídeos–, cuánto y dónde publicas, cuántos clics haces a tus amigos/seguidores, etc.
  3. Empieza una dieta tecnológica: reduce progresivamente el tiempo que permaneces en la burbuja. Resiste la tentación de conectarte, haz ayuno.
  4. Si te mueves entre contenidos muy radicales, haz un esfuerzo por seguir medios y personas con perspectivas diversas a tus ideales. Tampoco es cuestión de irse al extremo opuesto, siempre se pueden encontrar versiones moderadamente diferentes.
  5. Una alternativa a tu buscador favorito es DuckDuckGo, que no personaliza los resultados porque no guarda la historia de búsquedas ni tu localización.
  6. No te dejes sugestionar por los elementos en la pantalla, no hagas clics en los primeros resultados de una búsqueda sólo porque están primero. Explora más, intenta vencer la ley del mínimo esfuerzo.
  7. Si no quieres que los algoritmos predigan tu comportamiento, agrega un poco de aleatoriedad en el mismo, haciendo clics en cosas que no te gustan o no haciendo clics en todas las cosas que te gustan.
  8. Utiliza plugins como Privacy Badger (de la organización Electronic Frontier Foundation, que defiende los derechos digitales) o UBlock, como bloqueadores de datos cuando utilices el navegador.
  9. Se escéptica/o con todas aquellas informaciones, memes, tuits, posts, comentarios que te reafirman en tus opiniones, ideales, pensamientos sobre cierto punto de vista social.
  10. Y lo más importante, intenta ser consciente de tus sesgos cognitivos. Es el primer paso para ser una mejor persona.
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La conciencia de los algoritmos…

Tanto como las personas deben ser conscientes de su burbuja, los algoritmos también lo deben ser. Esto ya lo saben los algoritmos de recomendación, donde la técnica básica usada es el filtrado colaborativo.

Es decir, usar todos los datos de las personas parecidas a ti para poder ofrecerte cosas nuevas, cosas que no conoces y romper tu burbuja. A esto se agregan técnicas como incrementar la diversidad y la novedad, hasta sorprenderte con algo inesperado, lo que en inglés se llama serendipia.

Pero todas estas técnicas no ayudan al usuario a entender lo que realmente está pasando y deberían realimentar a la persona para que sea más consciente de cuán pequeña/grande es su burbuja, lo cual le ayudaría a salir de ella.

Imagina si tu sitio web favorito de noticias te dijera cada semana que estás leyendo menos o más noticias falsas y de qué tendencia política son. Muchos se preocuparían, aunque otros igual seguirían viviendo felices en su burbuja, aún sabiendo que no son un reflejo de la realidad.

En el 2018, Apple empezó a indicar en sus dispositivos el aumento o disminución del tiempo de uso personal cada semana y la posibilidad de limitarlo para los niños y adolescentes.

¡La mega burbuja!

Lo más preocupante es que si todos estamos en una burbuja, los algoritmos también lo están. Es la burbuja que reúne todas nuestras burbujas. Además, los algoritmos deciden qué mostrarnos y entonces nuestros clics están supeditados a ellos.

Es decir, hay un sistema de realimentación cerrado donde el futuro está escrito entre nosotros y los algoritmos, creando además sesgos de popularidad donde los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Esto puede tener un impacto crucial a largo plazo en los mercados digitales como Amazon o Aliexpress (su homólogo chino), ya que discrimina a los pequeños productores en la famosa Larga Cola donde se desmontan las teorías de las ventas tradicionales.

Como consecuencia, se genera una inestabilidad a largo plazo ya que las injusticias nunca son sanas. A esto se agregan problemas éticos, como la competencia desleal que los dueños de estas plataformas digitales hacen al vender sus productos en ellas. Esto no es nuevo, todos los supermercados tienen marca blanca propios, pero en Internet se magnifica el control y potencial abuso por tener todos los datos de tus competidores.

Sin duda la burbuja digital es uno de los pilares del dilema social que tenemos hoy con la proliferación de desinformación en Internet, sobre todo en el ámbito político.

Por otro lado, Internet ha cambiado nuestras vidas positivamente y creemos –todavía– que nos da más beneficios que problemas. Salir de nuestras burbujas puede resolver parte del dilema, pero … ¿cuántas horas puedes aguantar sin entrar en la tuya?

Ricardo Baeza-Yates y Karma Peiró

Ricardo Baeza-Yates, Ph.D. en Ciencia de la Computación y Director de Ciencia de Datos de Northeastern University (campus Silicon Valley, EE.UU.), además de investigador a tiempo parcial en universidades de Catalunya y Chile. Es miembro del Consejo de IA de España y Fellow de ACM e IEEE.

Karma Peiró, periodista especializada en Tecnologías de la Información y la Comunicación desde 1995. Co-directora de la Visualization for Transparency Foundation (ViT). Sus intereses actuales son explorar las aplicaciones de la ética en la inteligencia artificial y promover la transparencia algorítmica.

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