Diseño sostenible: el concepto (que no te den gato por liebre)

Feb 01, 2022 por Ariadna Rousaud

Que las palabras se prostituyen es un hecho contrastado, confirmado y comprobado. Así de rotundo y redundante.

 A ejemplos me remito. ¿Recuerdan el show del “bio”? Hace unos doce años, el ‘lobby’ de la industria agroalimentaria disponía a su libre albedrío del uso del prefijo “bio”. Sus departamentos de marketing lo usaban para designar cualquier alimento cuyo ingrediente principal procediese de origen animal o vegetal. Es decir, casi todos.

Ante el malestar de los productores ecológicos, varias denuncias, Comisión Europea mediante, y a regañadientes del Gobierno, en 2009 se legisló que el prefijo “bio” solo se podía aplicar a productos ecológicos. Los requisitos se ciñeron estrictamente a criterios de biodiversidad, prácticas ambientales, bienestar animal, etc.

Así, los espectadores observamos con cierto retintín cómo famosos productos de gran consumo se vieron obligados a cambiar de nombre. Es posible que los más imberbes no lo recodéis, pero Bimanán era antes Biomanán; las tortitas Bicentury eran Biocentury; el yogur Activia era Bio Danone; y Bifrutas nació como Biofrutas de Pascual (aunque durante un breve período de tiempo ostentó el nombre de Funciona).

Podríamos considerar, pues, que el asunto del “bio” salió más o menos bien. Aparentemente se consiguió separar el grano de la paja. Sin embargo, no está ocurriendo lo mismo con algunos neologismos actuales. Orgánico, natural, *slow*, local, verde, eco, circular o, sobre todo, sostenibilidad son “palabras sin fondo”, desvirtuadas por su excesivo uso y abuso publicitario. Si bien en su momento álgido sirvieron para acercar la problemática medioambiental al conjunto de la población, lo cierto es que hay que llenarlas de contenido antes de que se desvirtúen y las aborrezcamos (si no lo hemos hecho ya).

diseño sostenible alfombra

It’s cool to be green

Hasta hace pocos años, la conciencia ecológica estaba vinculada al rollito cumbayá. Era cosa de ‘hippies’ y, a decir verdad, se percibía como algo cutre o “de pobres”. Algo que no iba asociado a la belleza, ni mucho menos al coolness. Pero la evidencia de la crisis climática y la irrupción de nuevos líderes de opinión, más jóvenes, modernos y cercanos han conseguido cambiar dicha imagen. Seguramente las nuevas plataformas y las redes sociales han ayudado a esta des-estigmatización del movimiento green. Tanto, que ahora ser veggie, eco, activista y animalista no solo está bien visto, sino que encima mola. Y no lo digo con sorna. Todo lo contrario. Lo afirmo con toda la satisfacción del mundo. Más Thunberg y menos Tangana, por favor.

No es lo mismo ecodiseño que diseño sostenible

Ciñéndonos a lo que nos ocupa, en diseño, es importante discernir los conceptos. No es lo mismo ecodiseño, que diseño sostenible. El ecodiseño viene practicándose desde que tú y yo no éramos ni medio átomo. Siempre ha existido porque, por suerte, siempre ha habido gente concienciada con la preservación del planeta.

El ecodiseño atañe a todos aquellos productos o servicios que incorporan criterios respetuosos con el medio ambiente en cualquier etapa de su ciclo de vida. Es decir, desde su materia prima, hasta su sistema de fabricación, embalaje o facilidad de reciclaje.

El diseño sostenible, en cambio, lleva intrínsecos valores sociales y económicos, además de los medioambientales. Hablamos, pues, de comercio justo, derechos humanos o desarrollo de las comunidades locales.

Teniendo en cuenta que todo está diseñado y que, por consiguiente, los ingenieros y diseñadores son agentes del cambio, la sostenibilidad también ha hecho mella en nuestro sector. Hemos evolucionado del , el upcycling, el drapart y el diseño de huertos urbanos, a productos concebidos desde la consciencia ambiental, social y económica.

En nuestro país, el trabajo de Curro Claret, Martín Azúa o Nutcreatives ha abierto camino hacia un nuevo y necesario paradigma. Si miramos las nuevas generaciones de estudiantes, la cosa está clara. Prácticamente todos salen de la universidad con el mensaje grabado en el hipotálamo, a sabiendas de que cualquier encargo que reciban debe proyectarse bajo criterios de sostenibilidad. De lo contrario, ya no es viable.

Curro Claret
Curro Claret
Curro Claret
Curro Claret
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Curro Claret
Curro Claret
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Curro Claret
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Not enough

Lo de las empresas de toda la vida ya es otro cantar… Está claro que algunas se están poniendo las pilas. Ven que el mundo está cambiando y que, si no se renuevan en esta dirección, a la larga se quedarán fuera de mercado, porque los nuevos consumidores serán mucho más exigentes en este sentido (o eso espero).

Pero esta embrionaria voluntad de renovación es demasiado lenta cuando la equiparamos a la velocidad del cambio climático. Está genial que lancen butacas hechas con materiales reciclados o eliminen el plástico de sus embalajes. Es estupendo. Bravo. Palmaditas en la espalda. Pero eso es ecodiseño, no diseño sostenible. Y necesitamos más.

El planeta necesita más. Porque de lo contrario, amigos, hablamos solo de green washing. Y no hace falta ser muy lumbreras para vaticinar que el concepto de “diseño sostenible” se prostituirá tarde o temprano. De hecho, su declive ha empezado antes de que haya alcanzado su máximo esplendor.

Marni Bowman
Post Luxury Materials of Context de Marni Bowman
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Ariadna Rousaud

Periodista especializada en diseño y colaboradora de SHIFTA.

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