#FilterDrop: Stop violencia estética

Oct 26, 2021 por Helena Olcina

Desde niñas, las mujeres nos vemos expuestas a una creciente violencia simbólica que llega a su apogeo en la adolescencia, aquel momento tan importante de la vida en que desarrollamos nuestra identidad y personalidad (los hombres, naturalmente, también están expuestos a violencias simbólicas, pero son diferentes y, en todo caso, quedan fuera de este artículo).

Cómo nos vestimos, cómo nos comportamos, qué nos tiene que gustar y cuáles tienen que ser nuestros gustos, preferencias y objetivos en la vida… Todo esto se nos va inculcando desde múltiples canales desde muy pequeñas.

Es lo que un cuento que leía a mis hijas llamaba “las piedrecitas”, estos pequeños pesos que te impiden ser quien quieres ser para ser quien se espera que seas. Aunque la mayor de las violencias simbólicas es la que trata de enfrentarnos a nuestro propio cuerpo, tal como teorizó la escritora feminista norteamericana, Naomi Wolf en El mito de la belleza: cómo se utilizan las imágenes de la belleza contra las mujeres, ya en el lejano 1990.

filtros

Violencia estética

La imposición de un canon de belleza homogéneo, ideal e irreal ha tenido en la fotografía una de sus mayores aliadas, sino la mayor y más eficiente. Las imágenes de modelos y actrices retocadas y editadas hasta convertirlas en personas diferentes. Una ficción sí, pero una ficción camuflada de verdad -las imágenes no mienten, dice el dicho que, por cierto, ya desmontamos aquí- que empuja a millones de mujeres hacia una guerra contra su propio cuerpo en aras de una meta inalcanzable.

Las autoridades han tardado bastante más que Wolf en darse cuenta de los efectos perversos de esta violencia simbólica, y, aunque queda mucho camino por resolver, algo empieza a moverse. En 2017 en Francia habría un camino inédito al obligar a cualquier tipo de publicidad en prensa, internet, vallas publicitarias o catálogos, a informar que sus imágenes han sido retocadas.

Según explicó en su momento el ministerio de Salud francés, el objetivo era:

“Cambiar la imagen del cuerpo en la sociedad para evitar la promoción de ideales de belleza inaccesibles y evitar la anorexia en los jóvenes”.

Más tarde les seguirían otros países, como el Reino Unido o Noruega. Estos países han ido incluso más allá y su ley incluye referenciar el uso de filtros por parte de influencers en sus cuentas personales en redes sociales.

Y es que si el Photoshop y otros programas de edición cambiaron la fotografía al permitir -o facilitar- la creación de imágenes irreales a partir de fotografías originales, los filtros de las redes sociales han puesto esta posibilidad al alcance de cualquier usuario de estas aplicaciones.

Ahora, el modelo de belleza inalcanzable ya no es una súper modelo o una estrella del cine o el pop -que se podrían entender como excepcionales- sino los mismos ‘selfies’ que nos hacemos a diario con el móvil y colgamos en nuestros perfiles. Una patología que desde la Asociación Americana de Psiquiatría ya han bautizado como “dismorfia de Snapchat”, por el nombre de la primera red social que incluyó estos filtros.

Filtros de realidad

filtros de Snapchat
Jugando con los filtros de Snapchat

De los filtros “cuquis”, con ojos de personaje manga u orejas de perrito se pasó rápidamente a opciones de “embellecimiento instantáneo”, con ojos más grandes, labios prominentes, pómulos marcados y nariz fina.

Según un estudio de Dove, el 23% de las mujeres encuestadas -más de 500 españolas de 10 a 17 años- no se ven del todo bien si no editan sus fotografías y el 20% siente decepción por no tener en la vida real el aspecto que tiene en sus fotos de internet.

Es justo a estas edades cuando nos creamos nuestra identidad personal, un proceso que va muy ligado al fenómeno ‘selfie’s. Y precisamente, los cirujanos plásticos alertan que crecen el número de jóvenes que llegan a sus consultas con ‘selfies’ pasadas por filtros como muestra de cual es su objetivo final.

De hecho, las críticas y presiones -como la que se lanzó en diversos países anglosajones con el hashtag #FilterDrop– han conseguido que Instagram haya eliminado algunos de sus filtros más polémicos por estar promoviendo la cirugía estética.

Una de las impulsoras de #FilterDrop es la modelo Sasha Pallari, de 29 años, quien empezó la campaña harta de ver pieles irreales en Instagram, sin granos ni poros, gracias al filtro “Paris”. Pallari anima las mujeres a no depender de los filtros, como reconoce que ella hizo durante años:

“Antes editaba drásticamente mis fotografías, usaba filtros y pasaba todos los minutos del día deseando parecer otra persona”.

Ahora en cambio recibe mensajes diarios de mujeres que “luchan por igualar los estándares de belleza con la vida real”.

filtros

Artistas que le dan la vuelta

En este sentido, el trabajo de Iiu Susiraja, que huye de filtros, poses sexys y retoques extremos, nos muestra una serie de autorretratos honestos, con un punto surrealista y, en definitiva, divertidos utilizando su propio cuerpo y otros objetos como accesorios.

Iiu Susiraja
Iiu Susiraja

En el otro extremo, tenemos a Cyndi Sherman, artista estadounidense que durante casi cuarenta años, ha criticado el machismo, la sociedad de consumo, el excesivo culto al cuerpo, a la juventud, a la belleza y, por tanto, todo el dolor, la oscuridad y la obsesión que todo ello conlleva. Sherman, creó una cuenta de Instagram en 2017 y, desde entonces, a través de la exageración, la tergiversación y el surrealismo, cuestiona y hace reflexionar sobre el culto a la belleza a través de las redes sociales.

Cyndi Sherman
Cyndi Sherman
Cyndi Sherman
Cyndi Sherman
Elena Olcina

Fotógrafa profesional y profesora del Máster Online en Fotografía y Diseño

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