Sebastiaan de With, ex-diseñador para Apple, fascina a sus seguidores con frecuencia con las fotos que toma y edita con su iPhone.
Patrick Tomasso, diseñador y creador de contenido, tiene un ojo particularmente inclinado hacia la imagen fija. Miguel Oliva Márquez, ex-diseñador de interfaz para Microsoft, captura grandes momentos fotográficos en su tiempo libre. Y Nacho Carretero (un servidor), diseñador de profesión que ha visto cómo la fotografía iba adquiriendo más peso en su día a día.
En definitiva, lo cierto es que cuando tu profesión es trabajar sobre lo visual, los colores y la composición, sentir interés por la fotografía es bastante natural, casi inevitable. A fin de cuentas, la fotografía busca en cierto modo “rediseñar” el mundo que nos rodea, o al menos contemplarlo desde una mirada atenta y visualmente ordenada.
Desde el momento del disparo estamos tomando decisiones de diseño (composición, encuadre…) y a la hora de editar todavía más (color, brillo, sombras…) y es que hay mucho terreno común entre ambas disciplinas.
Vamos a ello:
Composición y profundidad de campo
“La fotografía es eso. Una necesidad visual imprevista.” Aunque incompleta, pues no contempla el proceso posterior, esta frase define muy bien el momento de la captura: estás andado por la calle, giras la esquina y de pronto te das de bruces con algo que no esperabas: un balcón particularmente frondoso, un momento tierno, una fachada que te cautiva especialmente. Y respondes a la necesidad de capturarlo.
En ese primer paso ya estamos tomando decisiones de diseño: ¿qué elementos quedan dentro del encuadre? ¿qué dejamos fuera de la foto? ¿desde qué ángulo nos posicionamos para tomarla?
Si se trata de una sesión de fotos, aún más: en este caso el fotógrafo actúa casi como el diseñador que se enfrenta al lienzo en blanco, metiendo y sacando elementos, probando combinaciones.
Estas dos imágenes no pueden ser más distintas, pero detrás de ambas hay decisiones de composición muy marcadas.
La primera busca mostrar al sujeto rodeado de un contexto que, aunque tiene menor importancia, debe percibirse bien. Para ello se usa una composición piramidal y se desenfoca el fondo, además de posicionar la cámara a la altura de los ojos para lograr sensación de cercanía y empatía.
En la segunda imagen, la composición es sencilla pero rotunda: las chimeneas en el centro, contrastadas contra el cielo azul, para que sean los protagonistas absolutos. El ángulo inferior desde el que se dispara acentúa la sensación amenazante de las siluetas que dibujan las chimeneas.
Perspectivas y equilibrios
La composición define qué elementos forman parte de la foto, pero la siguiente decisión de diseño es la manera de mostrarlos: ¿cuál va a ser el elemento que más destaque? ¿va a haber algún otro elemento que genere un contrapeso?
Para ello normalmente jugamos con el recorte y las perspectivas, para generar equilibrios internos dentro la composición. Recortar la foto para que el elemento principal quede centrado es un recurso habitual para obtener sensación de orden y limpieza, pero no es el único.
Corregir las perspectivas internas de la foto también nos ayuda a crear resultados más llamativos, aunque a veces las características del disparo nos permiten mantener las perspectivas originales.
Estas fotos son similares, pero presentan características visuales que dan pie a diferentes juegos de equilibrios: la primera es más rica visualmente (el cielo presenta un degradado, hay pisos encendidos, se percibe el halo de luz de los focos sobre el edificio) y permite mantener la perspectiva original.
Por otro lado, la segunda, al ser mucho más sencilla se beneficia de la perspectiva corregida que refuerza las verticales y genera un resultado igualmente llamativo pese a contar con muchos menos elementos.
En estos dos ejemplos se usa el recorte y la perspectiva para generar equilibrios distintos: la primera compensa una parte inferior visualmente muy cargada con una parte superior más limpia pero llamativa, que se acentúa saturando el cielo.
En la segunda corregimos la perspectiva para reforzar las verticales y se compensa el mayor peso del edificio de la izquierda saturando el color del edificio de la derecha.
Color y contraste
Lo cual nos lleva a otro elemento clave: el uso del color. Junto con el recorte y la composición, la corrección de color, las sombras y los brillos es uno de los puntos clave que separan un disparo aleatorio de una fotografía tratada y editada. Muchos fotógrafos hacen de su manera de tratar el color el elemento que más define su estilo.
La portuguesa Teresa Freitas crea mundos idealizados y alegres usando siempre colores pastel y reduciendo mucho las sombras para conseguir imágenes algo planas, como de cómic.
Casi opuesto estilísticamente está el español Fran Mart, con sombras más marcadas, brillos más luminosos y acentuando colores vivos como amarillos y naranjas para conseguir contraste y calidez dentro de una paleta normalmente más fría y comedida.
Una herramienta que nos ayudará mucho a la hora de tratar el color es la Rueda Cromática, donde podemos buscar combinaciones complementarias, análogas o monocromáticas asegurando la armonía visual. Para ello existen herramientas gratuitas como Adobe Color que nos permiten explorar el universo del color sin miedo.
El fotógrafo parisino Khalaf usa un esquema de colores análogos para crear composiciones poco realistas pero estéticamente muy agradables y visualmente potentes.
Adquirir destreza a la hora de controlar los colores nos permite identificar tonalidades escondidas en nuestras fotos. Por ejemplo, a la hora de retratar elementos urbanos, descubrimos que las fachadas de piedra con frecuencia esconden notas de naranja y rojo que podemos saturar para restar frialdad a un edificio.
Así mismo, la vegetación, pese a lo que pueda parecer inicialmente, normalmente contiene muchas más tonalidades de amarillo que de verde, que podemos potenciar para añadir viveza y contraste. El fotógrafo americano Joe Thomas usa ambos recursos en su fotografía, además de añadir notas anaranjadas en las sombras, para conseguir un estilo unificado muy cálido y acogedor.
All together now
En definitiva, ponernos el gorro de diseñador nos aporta herramientas clave tanto al coger la cámara, para saber detectar momentos de los que extraer grandes fotos, como a la hora de editar para poder hacerlo con más certeza y confianza.
Pongamos este ejemplo final. Una mirada inexperta puede admirar el tamaño llamativo de este edificio, pero descartaría fotografiarlo pues el día es algo grisáceo, la perspectiva se deforma al ser tan alto y existen muchos elementos cercanos que “manchan” la escena.
Sin embargo, un fotógrafo con capacidades de diseñador es capaz de ver más allá, componer la imagen lo mejor posible a la hora del disparo y luego corregir elementos: iluminar la imagen, hacer las sombras más marcadas para generar profundidad, saturar el rojo del ladrillo y aclarar el azul del cielo, corregir la perspectiva y finalmente limpiar la escena de todos los elementos que distraigan.