Necesaria distinción entre los humanos y las máquinas
Quizás debiéramos empezar haciéndonos una pregunta: ¿Qué es creatividad? La Real Academia Española la define como “la capacidad de creación”. Para que exista un buen nivel de creatividad tiene que haber cierto nivel de inteligencia.
La creatividad ha sido considerada, hasta ahora, exclusiva del ser humano e imposible de ser programable. No obstante, ya ha quedado demostrado que muchas profesiones serán reemplazables, en gran parte, por máquinas. Pero, ¿ocurrirá lo mismo con las profesiones más creativas?
En este punto deberíamos preguntarnos si llegaremos también a distinguir la ‘creatividad humana’ de la ‘artificial’, como lo hacemos con la inteligencia. La ‘creatividad computacional’ ya existe y se conoce como aquella área de investigación que consiste en la intersección de las disciplinas de inteligencia artificial (IA), psicología cognitiva, filosofía y artes.
Una experiencia revolucionaria es la del startup de Silicon Valley, Alysia, liderada por Maya Ackerman, donde crean nuevas canciones pop aplicando creatividad computacional. Para ello, entrenan sistemas inteligentes con ideas de artistas humanos pero creadas por máquinas. “La computadora es más que una herramienta, es un posible socio co-creativo”, explica Ackerman.
Excelentes imitadores
A lo largo de los siglos, los artistas nos han inspirado para seguir evolucionando: Beethoven, Van Gogh o Virginia Woolf dejaron huella con su música, pintura o literatura. Si aceptamos que las máquinas pueden ser creativas, ¿pueden ser artísticas?
Una definición de arte sería:
“Todo aquello que se crea con imaginación y habilidad, que es hermoso y expresa ideas o sentimientos importantes”.
¿Puede crear arte algo que no siente? Al parecer sí. O, al menos, imitar el arte existente y que nos ha conmovido.
Investigadores de la Universidad Tecnológica de Delft en Holanda han desarrollado un sistema inteligente para reconstruir dibujos de Vincent Van Gogh que se habían deteriorado con el tiempo por la decoloración de la tinta. De esta forma, se asegura la preservación del patrimonio cultural.
Ahora, el gran desafío es reconstruir –a partir de reproducciones posteriores– un dibujo original que haya desaparecido o no esté disponible. Con el aprendizaje automático y el procesamiento de imágenes también es posible ampliar la escena de una pintura. Cuadros de Van Gogh, Monet o Hokusai se pueden ver ahora en un contexto más amplio gracias al proyecto Extrapolated-art.
Hablemos ahora de otro ejemplo del avance de la inteligencia artificial creativa. Durante años, analistas literarios tuvieron la sospecha de que la obra Enrique VIII de Shakespeare había sido escrita a cuatro manos. Ahora, con el aprendizaje automático, no solo se ha certificado la sospecha, sino que se han identificado dichas partes y quién las escribió.
¿Excelentes falsificadores?
Si las máquinas son capaces de reconstruir dibujos a partir de reproducciones y extrapolar escenas pintadas… ¿podrían falsificarlos? La respuesta, de nuevo, es afirmativa.
“La inteligencia artificial parece entender los secretos de cualquier genio artístico mejor que los humanos”, responden los investigadores de la Rutgers University que junto con el Atelier for Restoration&Research of Paintings de Holanda perfeccionan una técnica basada en el gesto del artista.
Definen una huella digital única de cada pintor del pasado a partir del análisis de la forma, la curvatura, el trazo, la velocidad del pincel o el lápiz/pincel usado para dibujar o pintar.
Por lo tanto, todo hace pensar que si la IA ya es muy buena reconociendo una pintura falsa, el conocimiento que se le introduce para esta tarea también podría servir para engañar a personas, creando pinturas falsas.
Algoritmos para la ópera
El pasado mes de septiembre, la Orquestra Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña abrió temporada con la obra “Human Brother” del compositor Ferran Cruixent.
Los asistentes, sorprendidos, vieron cómo los músicos tocaban en directo con partituras que leían desde sus móviles. Referencias litúrgicas al canto gregoriano se procesaron utilizando algoritmos computacionales.
La experiencia fue un trabajo colaborativo entre el Barcelona Supercomputing Center y el músico Ferran Cruixent, donde el supercomputador Marenostrum4 generó sonidos a partir de audio procedente de obras sinfónicas.
Después de todos estos ejemplos, podríamos asegurar que los humanos ya hemos sido capaces de dotar a las máquinas de creatividad. Ahora bien:
Si nos sorprende cualquier reproducción o copia de un artista creada con inteligencia artificial, ¿qué pasará cuando la IA sea la materia — como el óleo o el mármol– y cree obras únicas y originales? ¿Qué pasará cuando al cerebro humano le resulte imposible igualar la creatividad de un cerebro artificial?
Tal vez no necesitemos contestar esta pregunta, basta con que trabajemos juntos y comencemos la era de la co-creatividad y/o creatividad aumentada.