La señalética es tu amiga, ¿sí?
El estrés que provoca la desorientación se ha incrementado con creces este año por la actual situación de pandemia. En los últimos meses, supermercados, tiendas (las que, con suerte, siguen abiertas), bibliotecas, escuelas o museos se han visto obligados a integrar circuitos de señalización de entradas, salidas y recorridos.
Es aquí donde el wayfinding ha adquirido más importancia que nunca. Y, por consiguiente, sus profesionales. Diseñadores gráficos, arquitectos y urbanistas, entre otros, han tenido que ponerse las pilas rápidamente en eso de la psicología cognitiva.
En pleno confinamiento, los periodistas especializados en arquitectura y diseño nos volcamos de lleno en dar a conocer los proyectos que desde la comunidad creativa se estaban llevando a cabo para paliar la crisis sanitaria.
Dimos visibilidad a empresas como Nagami Design, que aparcó la producción de mobiliario de Ross Lovegrove o Zaha Hadid Architects para aplicarse en la impresión 3D de pantallas protectoras; o Closca Design, MOS, algunos makers… Entonces me sorprendió recibir la nota de prensa de Signes.
Para quienes no los conozcáis, son una potente empresa especialista en wayfinding y señalización, que en 2006 recibió el Premio Nacional de Diseño. En su mail contaban que estaban desarrollando una serie de elementos de señalización adaptables a espacios de oficinas, hoteles, hospitales, museos o centros comerciales.
Cabe decir que eran la mar de elegantes y actuales. Esto, junto al hecho de ver seleccionado el sistema de señalética flexible PKG de Dilart (diseñado por Màrius Quintana y Dani Ayuso) en los Premios ADI 2020, me ratificó la importancia que ha adquirido el wayfinding en los tiempos que corren.
El wayfinding ha venido para quedarse
Ha venido para hacernos la vida más fácil, mejorar la accesibilidad a los espacios y ahorrarnos tiempo que, cuando vas sumando años, se torna en una prioridad vital.
Más allá de la señalética convencional, de los pictogramas y el uso de la tipografía, el wayfinding se ocupa de organizar los espacios dándoles un sentido e incorporando verdaderas virguerías: tecnología, seguimiento GPS, rutas con visualizaciones 3D, pantallas táctiles, apps, pavimento podotáctil… Su utilidad es beneficiosa hasta el punto de hacer llegar una ambulancia a tiempo en el lugar indicado.
En sectores culturales, como los museos, ya hay implementaciones que quitan el hipo. El museo Rijksmueum de Ámsterdam, por ejemplo, cuenta con una guía multimedia para smartphones impresionante: 14 itinerarios, mapas interactivos e información multimedia. Así da gusto culturalizarse.
En el campo sanitario, Rai Pinto y Dani Rubio crearon para el Hospital Sant Joan de Déu un sistema de señalética con animales escondidos y caminitos guiados por el mugido de una vaca, el trino de un pájaro o el cacareo de un gallo.
Una identidad visual totalmente cercana a los pequeños usuarios del centro y, francamente, cero infantiloide, que bien les valió la Medalla FAD 2020.
Atrás quedaron los viejos callejeros (supongo que esto a muchos os sonará a chino) y los mapas de papel. Bienvenidos sean los sistemas de comunicación eficaces y comprensivos; los espacios pensados, diseñados y organizados con sentido.
Esta nueva realidad necesitará, por descontado, profesionales especializados. Y, desde aquí, una desorientada de nacimiento que se pierde hasta en el Caprabo, os lo agradece de antemano.