Se dice que las crisis sacan lo peor y lo mejor de las personas. Centrémonos en lo mejor como que en tan solo un mes desde el inicio de la crisis en Europa han surgido infinidad de iniciativas sociales y artísticas para dar respuesta a la crisis de la COVID-19.
Ahora nos fijamos en la explosión de creatividad artística, en condiciones precarias, pero con mucha imaginación y gran difusión en redes sociales. Proliferan los diarios de confinamiento desde todas las ramas: música, ilustración, vídeo, humor … y obviamente la fotografía (donde la artista italiana Elinor Carucci enfoca su arte doméstico a los tiempos de confinamiento).
Expresión artística en pandemia
Esta expresión creativa que no deja de inundar nuestras redes sociales puede tener diferentes explicaciones. Como dice la psicóloga Paula Alcaide, en esta pandemia global:
“No ha habido tregua en ningún ámbito psicoemocional: cambios en el entorno y en los hábitos, montañas rusas emocionales con extra loop, sensación de descontrol e infoxicación al máximo exponente.”
¿Será la arteterapia nuestra manera de combatir el estrés? ¿O es el resultado del aumento de tiempo generado por el confinamiento? (Pueden descontarse, claro, aquellas personas que tienen hijos. Creedme, sé de lo que hablo)
Mirando fuera
Lo primero que ha llegado hasta nuestras pantallas ha sido, paradójicamente, el «fuera», exterior. Es normal, en tiempos excepcionales el consumo de información se dispara y el fotoperiodismo no es la excepción. Son aquellos proyectos que nos cuentan las historias de los demás.
Documentan lo que nos ha traído la crisis, lo bueno y lo malo: calles vacías, colas en los supermercados, máscaras por doquier, hospitales colapsados, aplausos, solidaridad vecinal. Absolutamente necesarios para tener una imagen–disculpad el recurso fácil- de lo que está pasando mientras la mayoría permanecemos encerrados.
Un ejemplo maravilloso es ‘Covid Photo Diaries’, impulsado por ocho fotoperiodistas “que documentan, en diferentes partes del país y a diario, el estado de alarma decretado a causa de la pandemia del Covid19”. En el mismo sentido los fotógrafos de Magnum están actualmente compartiendo información, actualizaciones y nuevos trabajos realizados bajo las restricciones de la pandemia.
Intimidad compartida
Pero el confinamiento masivo ha dado a luz otro concepto, que sin ser exactamente nuevo sí que ha tomado otra dimensión. Es el de la ‘extimidad’, que acuñó el psicólogo Jacques Lacan.
Nunca antes como ahora habíamos entrado tan adentro del espacio íntimo de tanta gente. Gracias a las redes sociales, pero también en los medios de comunicación convencionales, hemos visitado el interior de casas de desconocidos. Se nos abren las puertas como invitados anónimos.
En el ámbito fotográfico –documental o artístico- el hogar tiene una dimensión individual y a la vez colectiva. Colectiva porque nuestra casa se encuentra ubicada en el sistema de hogares que resultan el reflejo del estrato social, momento histórico y localización geográfica que habitamos. Como un retrato costumista.
En la exposición Home sweet home, que definía los hogares ingleses desde la era Thatcher hasta la actualidad, encontrábamos un exquisito recorrido documental de la sociedad británica. Pero también individual, porque nuestro ámbito doméstico puede explicar mucho de nosotros mismos. De hecho, aunque más difícil e incómodo, puede ser más interesante mirarnos a través de él.
Proyectos como DOMESTIC o At Home She’s Tourist que toman la noción del espacio doméstico con todas sus permutaciones como punto de partida. A través de enfoques diversos y altamente personales diversos artistas visuales interrogan e interpretan este espacio tan común, ordinario.
La revolución de la naturalidad y la cotidianidad
Pero no solo es el espacio físico el que ha quedado desvelado en este extraño momento en que nos hemos encerrado y abierto al mismo tiempo. También pijamas, calcetines, rostros sin maquillar o sin afeitar, familiares o mascotas. Entre las paredes de nuestro hogar, más allá de muebles y accesorios, se encuentran nuestros cuerpos.
Ese recipiente en el que habitamos y del cual constantemente nos queremos fugar, tal como explica Santiago Alba Rico en su libro Ser o no ser (un cuerpo). Fotografiar el cuerpo y desde el cuerpo, más allá de tópicos y estándares, nos lleva a profundizar sobre aquello que vivimos y sentimos, en una sociedad cada vez más mental.
El cuerpo abordado, no como objeto o elemento de belleza, sino como herramienta de autoconocimiento y reflexión, como encontramos en el provocador trabajo de la fotógrafa Liu Susiraja.
Y podemos dar, incluso, un paso más en este catálogo –a la fuerza inconcluso- de arte confinado. Más difícil e íntimo que el cuerpo está el miedo, un sentimiento muy extendido en tiempos de pandemia: miedo a la muerte, enfermedad, soledad, dolor, claustrofobia, impotencia…
El miedo es hoy uno de los elementos más poderosos en las relaciones sociales y en los procesos de producción de subjetividades que buscan la homogenización y la desaparición de las diferencias, así sea a costa de la liquidación de los diferentes.
De hecho, constituye el aparato por excelencia del poder para el control y la contención del deseo de los ciudadanos y, las políticas que lo promueven. El miedo ha sido siempre utilizado por el Poder para frenar cambios sociales o provocar procesos regresivos (altamente recomendable en este sentido es el libro de Naomi Klein, La doctrina del shock).
Mirar nuestros temores cara a cara, reconocerlos, expresarlos y compartirlos es un ejercicio no solo terapéutico sino necesario para evitar la parálisis social, tal como hacen trabajos intimistas, entorno al aislamiento en tiempo de coronavirus, como el de Paul Mpagi Sepuya, Bobby Doherty y Patricia Voulgaris.
Aunque, sin ninguna duda, con el confinamiento aún justo empezando, lo mejor está por venir.