El diseñador como personaje de nuestro imaginario
Ésta, también era la impresión que tenía yo cuando me senté en el auditorio de una universidad de Múnich, para esperar a que empezara una charla de un diseñador alemán muy conocido.
Todavía estaba estudiando, haciendo un internship, y tenía un poco de la habitual resaca del día anterior.
Entonces apareció el diseñador, con un traje espectacular, un sombrero guay y una botella de cerveza en la mano. Mientras daba su charla, tenía un asistente al lado que le sujetaba la birra. Y no solo esto, sino que durante el tiempo que estuvo hablando, el asistente le repuso la botella dos veces. Me gustaba esto, encajaba con la imagen de “diseñador vividor” que tenía en mente.
Lo que no encajó era lo que el diseñador dijo en su presentación. Fue todo lo contrario a lo que me esperaba. Decía que el diseño gráfico era una profesión que solo se percibía como oficio pasatiempo para esos niñxs de papá que hacían tiempo hasta recibir su herencia, pero que en realidad, era un trabajo MUY DURO. Me quedé sorprendido… ¿cómo que profesión durísima? No me cuadraba. Pero olvidé rápido lo que había escuchado hasta que dejé de estudiar y empecé a trabajar.
En este momento, me vi confrontado con una nueva realidad. Empecé a trabajar en un estudio muy exigente y de alta presión. Más que nada, hacíamos diseño editorial y los deadlines que teníamos… ¡eran muy apretados! También conocí un aspecto nuevo que no cabía en la universidad: se llamaba cliente.
En lugar de presentar los proyectos a un profesor que te ayudaba a mejorarlos, de repente, me encontraba con personas críticas y exigentes que tenían sus propios planes, ¡y que si algo no les gustaba simplemente paraban con un “NO!”
En aquel momento me acordé del diseñador. Este “NO” dolía mucho… No solamente significaba un fracaso profesional y personal, sino que también significaba que se tenía que repetir todo el trabajo de nuevo y volver a presentárselo a esa persona que te acababa de decir que NO.
Y entonces entendí por qué esto era una profesión difícil. Lo que tenemos que hacer como diseñadores es pensar y trabajar para que el resultado parezca elegante, sencillo y como si se hubiera concebido sin ningún esfuerzo. Y si no gusta, pues otra vez. Es parecido a mirar a un acróbata: se ve elegante y fácil, pero en realidad no lo es.
Detrás de cada NO: no lo que no se ve
Pero dentro de su discurso, había algo incluso más impactante y que vi reflejado en mi entorno. Mucha de la gente que había estudiado conmigo durante toda la carrera, con cada NO que escuchaban, iban dejando de creer en ellos mismos.
Con cada NO, dejaban de creer en sus ideas e iban siendo cada vez un poco menos creativos. Esos rechazos les pesaban demasiado por la remuneración que recibían al acabar el proyecto. Quizás esta también fue la razón por la que el diseñador se bebió 3 cervezas en una hora durante su charla.
Pero entonces, ¿Cuál es la solución para poder gestionar la dificultad que hay dentro del diseño? ¿Cómo volver a trabajar con motivación después de un NO? ¿Cómo encontrar la próxima idea? ¿Quizás mejor beber cervezas? La solución puede ser relativamente sencilla.
Trabajar e intentar mejorar las ideas y los aspectos formales de los diseños. Intentar tomarse los noes como un reto para mejorar como diseñador, los clientes difíciles como una oportunidad para crecer (y un ejercicio en paciencia). Y pasará algo interesante. Esos rechazos dejarán de doler y serán cada vez menos.
Porque no pasa nada, el ‘NO’ no es el final, es solo una señal que te retará a conseguir un diseño mejor. Esto sí, no es una profesión para vividores, vagos, o personas que les guste trabajar poco. Es para currantes, personas perfeccionistas, apasionadas y para sufridores. ¡Para pánfilos … NO!